Hay días en los que la mente se queda sin batería. No hablamos de cansancio normal, sino de esa sensación de estar en pausa, como si todo alrededor estuviera apagado.
En esos momentos, muchas veces buscamos arreglarlo pensando más, haciendo más o intentando encajar en una idea de “bienestar” que nos vendieron. Pero, seamos honestos: lo que realmente necesitamos es soltar, mover el cuerpo, tocar, oler, sentir.
Y allí es donde resalta la importancia del lugar donde habitamos. Porque nuestra casa no es solo un techo: es un espejo de cómo nos tratamos a nosotros mismos. Esta puede funcionar como un catalizador de energía y emoción, porque nos recuerda que estamos vivos.
El reseteo no empieza en la cabeza, comienza en el cuerpo
Todo cambio lo creas o no, arranca en el cuerpo. Y el cuerpo reacciona a estímulos: texturas, colores, luz, aromas.
Si queremos volver a sentirnos vivos, necesitamos espacios que nos los recuerden.
Por ejemplo, no es lo mismo una habitación toda en blanco y con la misma textura, a que el mismo espacio tenga algo de color, con varias texturas, con plantas, y objetos que nos recuerden vivencias, momentos de gozo y descubrimientos.
Este estímulo en nuestro cuerpo nos permite conectar con el placer.
Por suerte no hay reglas estrictas para ello, lo importante es que cada elemento nos hable en un lenguaje que despierte algo: curiosidad, risa, calma o irreverencia.
¿Qué colores nos recuerdan que estás vivo?
Todo depende de lo que para cada uno de nosotros, sin embargo, se habla mucho de colores como:
- Rojos y naranjas para encender el ánimo, como un fuego en la chimenea.
- Verde selva o bosque que nos inviten a respirar profundo, como si estuviéramos en medio de un bosque después de la lluvia o en medio de la selva contemplando los Tepuyes.
- Ocres y tierras para sentir estabilidad y conexión con algo más grande que nosotros, como por ejemplo la madre naturaleza.
- Azul cielo o mar: que nos permitan sentir la fluidez y el gozo de estar en el agua.
No se trata de pintar toda la casa, sino de colocar estos tonos en objetos clave: una manta, un cuadro, una pared, un piso, una alfombra, en el techo, un cojín, un jarrón, una maceta, etc.
¿Qué texturas nos invitan a tocar?
Si esta pregunta se la hiciéramos a un niño, es seguro que diría todas.
El punto es que nos gustaría a nosotros como adultos tocar, qué nos da placer tocar, qué tipos de texturas nos estimulan, tal y como, cuando Amélie Poulain metía la mano dentro de su bolsillo con piedras o la mano dentro del envase de los granos.
Recordemos que nuestro animal se despierta con las manos. Entonces, utilicemos texturas que nos estimulen como un cojín de lino arrugado, una pared de ladrillo o de madera alistonado, o una alfombra de fibras naturales o un piso de piedra con texturas.
Uno de los tips que funciona muy bien, para lograr un mayor estímulo es “mezclar las texturas”, algo así como suave junto a algo rugoso, algo frío junto a algo cálido, etc.
Objetos que cuentan historias, otro aspecto que nos mantiene vivos
Los espacios que cuentan historia se sienten diferente, por eso, contar con objetos que tienen historia es como una charla con un viejo amigo: siempre te deja algo.
Puede ser una máscara que te regaló alguien especial, una cerámica hecha por tus manos, o esa lámpara vintage que rescataste en un mercado.
Cada pieza debe ser un recordatorio de que la vida se construye de momentos, no de cosas nuevas sin alma.
Tengamos una zona o más zonas para el caos creativo
El orden tiene su encanto, pero el caos creativo es donde pasan las cosas mágicas.
Guárdense un rincón de la casa donde todo esté permitido: pintar, escribir, mover muebles, improvisar un pícnic bajo techo.
Donde no se tiene que ver bello, perfecto o de foto; sino rico, divertido, donde me puedo permitir ser desordenado, caótico, experimentar a sus anchas.
Aromas y luz: los activadores invisibles en la vida
El olfato y la luz tienen un impacto directo en nuestro ánimo.
Las plantas juegan un papel fundamental para ello, tener una planta de lavanda, albahaca, unas flores y hojas de eucalipto generan una armonía maravillosa en el lugar.
La luz natural siempre y tanto como sea posible, combinada con lámparas cálidas que creen atmósferas íntimas.
Cuando un espacio está vivo, nosotros también nos sentimos vivos.
Una casa que se anima a mezclar, a jugar y a provocar, es un recordatorio silencioso de que no estamos hechos para vivir en modo automático.
Resetearnos es una invitación a recordar quiénes somos, y nuestra casa puede ser la chispa que lo active: un lugar que nos devuelva las ganas de vivir la vida siendo nosotros.
Así que, pregúntate:
¿Qué puedo agregar o cambiar para que mi hogar me recuerde que estoy viva?
Porque de esta manera vamos a recordarnos que estamos vivos y no es una casualidad, sino causalidad.